El Monolito

El cine visto desde la orbita de Jupiter

jueves, junio 09, 2005

Un chien andalou (1929)

Eran dos genios. Y eran dos revolucionarios. Y dos valientes. Y, además, eran jóvenes. No tenían nada que perder y, de hecho, estaban preparados para una derrota severa con los bolsillos llenos de piedras (o eso cuenta la leyenda). Pero, por el contrario, Luis Buñuel y Salvador Dalí salieron victoriosos del espinoso campo de batalla: su primer cortometraje había encandilado a los surrealistas, recibido la aprobación de la intelectualidad parisina y, sobre todo, escandalizado al público general. No olvidemos que su objetivo consistía, precisamente, en escandalizar al público y provocar en el espectador reacciones instintivas de atracción y repulsión.

El corto surgió de la confluencia de dos sueños: uno que tuvo Buñuel en el que una nube cortaba la luna en dos mitades, como una navaja cortando un ojo, y otro que tuvo Dalí en el que brotaban hormigas de la palma de una mano. La primera de estas visiones daría pie más tarde a la secuencia inicial de la película, ya en la memoria colectiva cinematográfica. El resto del film también es tan rompedor como esta escena descrita debido a que Buñuel y Dalí escribieron el guión con la premisa básica de que "ninguna idea podía comportar una explicación racional". De hecho, Buñuel reconoce "haber escrito que Un chien andalou no era sino un llamamiento al asesinato".

A grandes rasgos, Un perro andaluz representa la decadencia de la sociedad de su época, represora del derecho humano a la libre expresión de sus deseos. Son muchos los temas que se tratan en la película. Y me gustaría transcribir unas líneas de El último suspiro (la biografía de Luis Buñuel) en las que el director explica la relación entre la muerte y el sexo en la película: "He encontrado siempre en el acto sexual una cierta similitud con la muerte, una relación secreta pero constante. He intentado traducir este sentimiento a imágenes, por ejemplo, en Un chien andalou, cuando el hombre acaricia los senos desnudos de la mujer y, de pronto, se le pone cara de muerto".

La riqueza simbólica del corto es realmente admirable. Por ejemplo, la represión sexual que ejerce la Iglesia católica en la moral del protagonista reflejada en los sacerdotes (por cierto, uno de ellos es Dalí) y las tablas de Moisés que arrastra el protagonista al acercarse a tocar a la chica o la obsesión perenne de Dalí con las hormigas. Pero en fin, son tantas las interpretaciones que se han escuchado sobre cada escena. Y, en realidad, no se trata más que de una sucesión de imágenes extraídas del subconsciente, vestidas de sueño y con tintes de hastío y terror. Se cuenta que cuando Geraldine Chaplin era pequeña, su padre le contaba escenas de Un Chien Andalou para darle miedo. O asco.